La música nos conecta con nosotros mismos, con otros lugares y otros tiempos. Históricamente, Puerto Rico ha sido un lugar muy deseado por los músicos para presentarse. En gran medida, por la calidad y reto del público puertorriqueño; En segundo lugar, porque esta Isla en un rico crisol de culturas que suele acoger con gusto las propuestas artísticas de otros lugares y las nuestras. España y sus músicos, históricamente han amado exopnerse aquí. El miércoles 1 de mayo de 2024, la reconocida cantante de flamenco, Niña Pastori, se presentó por primera vez en concierto en Puerto Rico. Entre muchas emociones expresadas de su parte de modo oral y en su proyección energética, dio un concierto matizado por una gran pasión interpretativa.
En un juego de potentes luces, el concierto comenzó cuando Niña Pastori y su guitarrista entraron a tarima para interpretar: “Somos marineros” y “Alegría”; Su entrada estuvo matizada por un potente y cálido aplauso del público al que la cantante contestó con varias genuflexiones. Al terminar, entró la banda al tiempo que agradecía al público el estar, el apoyo a través de los años y lo bien que se sentía en la Isla. De ese modo, la primera sorpresa de la noche fue que cantara al ritmo salseado/aflamencado la canción “El Cantante” del ponceño Héctor Lavoe.
Con toda esa energía entre su presencia y la sorpresa de esa canción, el concierto continuó con las canciones: “Pon que dale”, un popurrí y “De boca en boca”, “Contigo” de Joaquín Sabina, Una interpretación solo a guitarra del guitarrista, “Cuando te beso”, “La habitación” de Manuel Carrasco, “La azotea” y “Mi soledad y yo” de Alejandro Sanz en cuyo final de esta salió de tarima.
Al salir, Chamboli, su esposo y director musical, pasó al frente para interpretar una canción que al final de ésta tuvo un toque de regguetón con el cual bailó un poco. Al terminar, la tarima se apagó, entró Niña a solas con su pianista e hicieron un popurrí de canciones. Luego, regresó la banda para terminar el concierto con: “Y de repente” y “Para qué”. La cantante y sus músicos se quedaron en tarima contemplando los dos pisos de la Sala Paoli puesta de pie pidiendo otra. Luego de unos minutos, el guitarrista tomó su instrumento y casi a capela interpretaron la última canción. Terminando, se abrazaron y salieron bailando, cerrando una noche llena de energía y mucho ritmo.
El concierto de Niña Pastori no fue intenso en tiempo, pero sí en emociones, música y disfrute sensorial. Ella cantó y bailó. Sus coristas fueron exquisitas y una de ellas bailó en dos canciones. Sus músicos no se quedaron estáticos en sus puestos, sino que en varias veces durante la jornada musical pasaron a tarima para estar más cerca del público e hicieron coreografías. Desde la primera canción hasta la última, la intensidad interpretativa acompañada de juegos de luces nunca bajó. En cierto momento, saludó a Gilberto Santa Rosa quien se encontraba en el público; Su voz denotaba sorpresa y admiración. Su presencia se hizo sentir y los asistentes quienes disfrutaron de principio a fin. Como ella misma dijo: “Ojalá y no sea la última vez”.
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