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La noche en que en Eres fuimos en el house concert Cruzando el Atlántico

Amar y dar valor a los momentos es sencillamente buscar y seguir lo que se ama y enriquece las sensaciones. La música tiene el arte de provocar multi sentidos. Por un lado, está la letra y por otro el ritmo. Cuando estos se combinan con un espacio más íntimo, sencillo, con un toque de luces, naturaleza y con seres únicos, la velada tiene el potencial de ser mágica. De este modo, podemos estar en medio del lugar más caótico del mundo y sentirnos que estamos fuera de este plano en uno en donde lo sensorial nos aísla del todo en una experiencia cuasi mística. El domingo pasado, en el espacio Eres de la Calle Loíza, se abrió una puerta a otra dimensión llena de sensaciones en la cual las texturas musicales y el baile crearon una confabulación única que estremeció a todos los presentes.


Un pequeño pasillo entre edificios conduce a un acogedor y verde patio al que llaman el espacio Eres. Cerca de las 8:30 PM, una guitarra comenzó a sonar en el balcón de un segundo piso. La conspiradora del evento, la cantautora Fana, comenzó a cantar. Luego de dos exquisitas canciones de su autoría, abajo, la actriz y bailadora Yulie Padilla, se sentó frente aun tubo portátil de baile mientras la música del flamenco llenaba aquel recinto y las personas tomaban su espacio. El bailador español Marco de Ana comenzó su baile mientras Yulie hacía su arte aéreo. Bailador y bailadora, música y baile, sombras y luces se fusionaron en miradas, gestos y danza en una complicidad absoluta.


Al terminar, Yulie se retiro en silencio. Dentro de un pequeño garaje se encendió una luz. Allí la chelista y compositora española Alba de Arco recitó un poema de la poeta compatriota suya María Zambrano. Seguido, la músico pasó al centro de ese lugar y comenzó a tocar en cello una pieza al tiempo que fue acompañada por Marco quien bailó al ritmo de la misma mientras jugaba con su sombra proyectada en la pared. Fue un momento de compenetración musical/danza muy poética en lo metafórico y literal.


Con toda esa toda esa poesía y belleza en el aire, la gente se movió al área verde del sitio sentándose en el suelo, en cajones de leche que tenían cojines, la escalera y un pequeño balcón. En un silencio solo con las voces de las miradas llenas de emociones, comenzó la música en conjunto entre la cantautora Fana, las compositoras Alba de Arco y Brenda Hopkins y el percusionista Héctor “Coco” Barez. Entre la vegetación, el lenguaje silencioso de los presentes, los instrumentos y las historias, se vivieron emociones muy profundas. Tanto Brenda, como Alba y Fana interpretaron sendas piezas musicales de cada una de ellas en unos arreglos hechos para el grupo de músicos y el momento. Cada interpretación estuvo precedida de la complicidad de contar el por qué, cuándo se compusieron y alguna que otra anécdota. Todas fueron intensas tanto en su historia como ejecución. Realmente, al final de cada una solo quedaba un silencio rico; Dolores y alegrías; Sonrisas y lágrimas; Humanismo en su más básica y cruda sensación.


En medio de la ciudad, entre los ruidos urbanos, hubo una ranura que escapó del tiempo y de su espacio en donde seres sensibles se reunieron provocados por la música, por el arte y por la amistad a vivir una noche única, especial e irrepetible. Voz, piano, guitarra, zapateao, danza aérea, percusión juntaron sus texturas para crear un poema sensorial sonoro insuperablemente rico. Público y músicos compartieron energías, pasiones, complicidad para que aquel lugar estuviera fuera de la lógica, del lugar físico y en otra realidad que sí es posible. Al final quedaron los aplausos, los abrazos, un silencio solo roto por los latidos de los corazones y una poética que esa velada se nos tatuó hasta los huesos.


Para ver las fotos del evento pulse aquí



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