Andrea Cruz lleva su "bienquerer" en amor a Ponce
- Angel Matos
- Aug 27
- 3 min read
Los actos de crear y querer nacen de una misma voluntad de hacer y de fe. En tiempos tan saturados por las redes sociales, influencers y que cualquiera se autodenomina y se cree “artista”, encontrar un espacio propio y una identidad con la cual uno mismo y el público se identifique requiere una entrega mayor a sus proyecto artístico. A veces las intenciones se pierden o diluyen entre complicaciones estilísticas, sonoras o en la burda simpleza para gustar, perdiéndose ese algo primario y básico desde lo cual todo toma sentido: El amor propio, por lo que se hace, y por a quién se comunica, es fundamental. En esa vuelta a la raíz a la que ella constantemente apuesta que la cantautora puertorriqueña Andrea Cruz presentó en a Concha Acústica del Parque de la Abolición en Ponce su nuevo disco y propuesta musical titulado “Bienquererse”. Como el amor es mejor cuando es compartido, contó con los invitados: Quimaera (PR), Yorka (Chile), Angélica Negrón (PR/NY) y el cuarteto de violines y chelos Tabonuco.
La velada musical comenzó con la presentación del trío de voces de Quimaera. Con la armonía y potencia de sus voces interpretaron varios de sus temas. Sencillas, cada cual original en el tono de su voz, crean una sensación vibrante que va a la par con las letras de sus canciones. Luego vino el dúo chileno de Yorka. Al terminar de contar cómo conocieron a Andrea y agradecer la invitación y la acogida del público, pasaron a interpretar varios de sus éxitos. Ambas cantantes (Una tocando la guitarra y otra el cajón) con la sincronía energética, la confabulación de sus voces, las historias en sus canciones, la pasión interpretativa tanto a la voz como en sus expresiones físicas, fue muy bien recibida y premiada con aplausos por los presentes. Con esa vibra llegó un momento surreal/orgánico/utópico con la presentación de la puertorriqueña exponente del indie Angélica Negrón. Entre fusiones de música electrónica con toques latinoamericanos y utilizando como instrumento sensorial una instalación con flores, hojas y racimo de guineos de una artista puertorriqueña fue algo mágico; Luego, casi al final de su presentación se le unió el grupo Tabonuco. De ese modo, sencilla y energética como entró, así se despidió. Fue en este popurrí de sonidos que quedó la noche preparada para bienquererse.
Con todas esas energías, el público a la expectativa y la banda lista, se hizo la música de Andrea Cruz quién entró caminando por el centro del parque hasta subir a tarima. En este inició interpretó las canciones: “Canción de amargura”, “Me opongo”, unas décimas junto con su bajista, “Siento miedo”, “Bienquererse”, “Era suficiente”, “Quién nos amarró” y “Añoranza”. En un momento durante estas canciones, se sentó en una silla y leyó un texto en el cual mencionaba, criticaba y condenaba las situaciones de las deportaciones en EU, los problemas sociales en América Latina, situaciones en Puerto Rico como el problema con LUMA y el genocidio en Gaza.
Al continuar, invitó a tarima al Yorka con quién cantó “Desde acá” en una armonía de voces muy acogedora. Al salir el dúo, continuó con “Tal vez hoy sí” y “Caída”. Luego de ésta, invitó a Quimaera para cantar juntas “Dejarse ir” en un juego de texturas vocales sublime. Luego interpretó “Si no sangran”. Al terminar, invitó a pasar a Eduardo Alegría con quién cantó “Sajorí”. Fue una interpretación muy rica por ese juego entre la potencia de la voz de Eduardo con la dulzura de Andrea. Finalizado y con Eduardo en el escenario, invitó a Fofé Abreu y entre los tres interpretaron “Jirafa”. Luego, Fofé solo cantó su éxito “Accidente”, para luego unirse Andrea para terminar la noche cantando juntos “Le hablo al agua” en la cual la ternura y la pasión de las voces y las historias de la canción robaron suspiros.
El concierto “Bienquererse” de la cantautora Andrea Cruz fue un junte de invitados, equipo de producción, auspiciadores, artesanos y de público que se juntaron bajo el amor a la música, la cultura y apoyo a lo de aquí. Entre historias contadas y calladas, la cantautora llevó al público a emociones colectivas y personales. A pesar del calor, la gente se dio cita llenando el lugar. Los y las invitados e invitadas, dieron lo mejor de sí de un modo orgánico y colaborativo sin egos. Fue una noche como Andrea lo quería: De dar y recibir amor bonito con la canción como guía, pero con los sentimientos como faro que guía y guió una noche inolvidable en Ponce.
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