“El desafío para mí ha sido en primer lugar, ver las cosas como son, ya sea un retrato, una calle de ciudad, o una pelota. En una palabra, he tratado de ser objetiva. No me refiero a la objetividad de una máquina, sino a la de un ser humano sensible con su misterioso y
personal criterio. El segundo reto ha sido el de imponer el orden en las cosas que veo, para proporcionar el contexto visual y el marco intelectual, lo que para mí es el arte de la fotografía.” Berenice Abbott
Hacer arte es un proceso que comienza desde un individuo que ve y siente el mundo de un modo particular y que, ante esa sorpresa y explosión de sensaciones, no tiene más remedio que convertirlo en un modo de expresión artística que refleje, a modo de espejo, lo más exactamente posible esa mirada hacia adentro de ese algo que lo estremeció. Se peca de pensar en la mirada como ese elemento sensorial absolutamente adscrito al ojo perdiéndose así la esencia de ese acto que es capturar de modo fotográfico o fílmico momentos que enriquecen nuestra sensibilidad y que tienen -y deben tener- el potencial de cambiarnos la vida en mayor y menor escala.
El acto de mirar va más allá de los ojos. Mirando las cosas podemos tener experiencias gustativas, táctiles, olfativas y hasta metafísicas. La objetividad en la mirada se ve matizada por nuestras historias personales, la construcción cultural, la formación académica y nuestro grado de sensibilidad. Mirar algo es más que la cosa es en sí; Es eso y todo el imaginario que le depositemos. De ese modo, las cosas son más que lo obvio y se vuelven una invitación hacia lo infinito.
Todo lo que existe lleva intrínseco una realidad y un misterio. La capacidad de percibirlo y transformarlo existe en cada ser; Así como la forma de compartir esa experiencia con otras personas. Pero el misterio en sí se compone de experiencias extra físicas matizadas por la versión de tangibilidad que cada cual le quiera dar de modo que a la persona que le comuniquemos ese algo pueda experimentar la misma intensidad de experiencia que uno tuvo y que llevo a capturar ese algo en algún modo de expresión artística.
La fotografía ha sido un medio que ha trascendido el mero hecho de capturar una imagen y un momento, para volverse una experiencia multisensorial, psíquica y policultural. Ha sido una trasformación del modo de ver para convertirse en un medio para sentir, pensar, reaccionar. Cuando hacemos fotografía, el fotógrafo lleva al lente su enfoque de las cosas, el orden de prioridades, la interacción entre mundos y espacios, la selección de emociones, y ese algo de sí que, en igual campo semántico, desnuda y censura de sí mismo.
La fotografía, a fin de cuentas, ese ese arte que habla y calla, demuestra y oculta, siente y resiente, observa y ciega, en un juego de miradas a luz de ese ser que tiembla tras el lente.